miércoles, 9 de noviembre de 2011

Niebla.

En ocasiones, las nubes bajan a la tierra para besarla.




Fotografías bajo licencia Creative Commons:

lunes, 31 de octubre de 2011

Eclipse...

- "Adiós... Amor lejano. Amor frustrado. Amor dolido. Adiós". Eso fue lo último...

Silencio.

- Es curioso, ¿sabés?, nunca escribió nada tan maravilloso como la carta en la que se despedía de mí. Nunca nada tan preciso, tan certero, tan poético y tan hondo... profundamente... monumentalmente contundente. Hasta te parafraseó hombre, con una maestría, con una finura que no puedo describirte. Cada palabra en su lugar, cada coma, cada idea, cada imagen. ¿Que qué hice con la carta?. Pues hombre, qué iba a hacer... Hasta la había guardado, no sé ni para qué... La reencontré una mañana de éstas... ya ni me acordaba. ¿Cómo duelen los momentos que nunca te dejan de ser ajenos, verdad amigo?.

Silencio.

- Duelen... al final las hojas se las lleva el tiempo, ¿verdad?. Supongo que de verdad sus letras no tenían orgullo... Me hubiera gustado enseñarte la carta. Quien quita y hasta hubieras hecho algo con ella... Ja ja, mejor que no te la enseñé.

Silencio.

- Me decía que qué hacía con la enamorada de cinco años atrás que andaba perdida dentro de ella. Pucha... Qué pregunta. Si hubiera podido decirle... Y maldijo muchas cosas. Yo sé que lo hizo con rabia y con amor a la vez... Con resentimiento y desahogo... Hasta me la imagino. Y bueno, no creás, yo también he maldecido la razón y el corazón, pero hombre, sin eso ¿qué queda de la vida?, ¿qué nos queda a los mortales?.

Silencio. Joaquín escuchó a su amigo durante todo el rato. Lo miraba y lo comprendía. Se animó a hablar cuando entendió que los ojos del otro buscaban algo ausente en el mar.

- Pues no sé ni qué decirte hombre... Mirá cómo llueve. Es lindo, ¿siempre te gustó la lluvia verdad?

Silencio.

- Si... Las lluvias de abril son hermosas... Las de mayo tenían un encanto que nunca me gustó admitir... La verdad, hermano, es que ya no se si abril siga siendo el mes más hermoso del año.

Y debajo de la lluvia en una banca frente al mar, los amigos volvieron a guardar silencio.

viernes, 28 de octubre de 2011

Los ladrones entran por la puerta de atrás.

Es curioso cómo funciona el imaginario de la inseguridad. Todavía recuerdo escuchar, con oídos infantiles, la expresión "hay que cerrar bien la puerta del patio", o la clásica "esa puerta la botan de una patada". Recuerdo escuchar y sigo, esporádicamente, escuchando esas expresiones. Así que se convierte en una especie de estéreo del pasado al presente. Todo respondía a la idea concreta de que algún día un ladrón se iba a meter por la puerta del jardín.

Supongo que las primeras veces que los escuché, en mi infancia, tuvieron cierta repercusión. Pero los días y las noches pasaron y el intruso nunca se apareció con ningún gorro ni con ningún saco al hombro. Salvo aquella madrugada que sí se apareció uno, forzando la cerradura, pero eso fue por la puerta del frente así que no cuenta.

Ese breve tiempo de niñez en que la amenaza del merodeador calaba me remite a una noche en que estaba solo en casa y se oyeron fuertes movimientos en el techo. La referencia del ladrón que entra por atrás se vino de golpe. Mi corazón palpitaba mientras trataba de conservar el ritmo de la respiración. Pero no pasó nada más que el susto.

Luego el tiempo pasó y eso que llamamos madurez va matando la inocencia de a poco, hasta que un día el niño que fuimos está sepultado y no sabemos ni en donde.

Hace unos días se volvió a mencionar la expresión. Expresión que parte de supuestos muy interesantes: en primer lugar, el intruso siempre es hombre, nunca se trata de una intrusa; segundo, el ladrón ha de forzar la puerta del patio, no las ventanas, no el techo, no aprovechará tampoco los múltiples espacios abiertos del cieloraso, partiendo, además, del supuesto de que para llegar hasta la puerta brincará por los techos de todas las casas aledañas, cruzará otros patios, correrá el riesgo de perder el equilibrio, de desagarrarse una mano brincando cercas y alambres de navaja, eludirá feroces mandíbulas caninas, todo para cumplir con su sólida tarea de llegar hasta la puerta de nuestra casa. Eso sí, el objetivo de su visita es desconocido, pues podría venir por cualquier cosa. El tercer supuesto es que, en efecto, esto puede ocurrir en cualquier momento, llueve, truene, haga un espléndido sol o así por el estilo.

Pero el tiempo pasa. Y las ideas absurdas se ven con más claridad. En mi generación tenemos peores posibilidades de qué ocuparnos. Ahora que te pueden matar por un teléfono móvil marca patito, que podés quedar en fuego cruzado, que te pueden atropellar en cualquier esquina (aún sobre la acera), que te violan, que te roban dentro del bus, que el taxista te roba el diario del mes, etcétera...

El imaginario de la inseguridad de mi tiempo es otro, es diferente. De alguna manera, hasta romántica puede resultar la idea del ladrón que ingresa por atrás... Y quién sabe de dónde viene, quién sabe como esta noción de robo se instaló en el imaginario de estos lugares. ¿Habrá sido otra importación con sello de ese país del norte que no quiero mencionar acá?.

Y al final cómo saberlo. Tal vez dentro de unos cuantos años alguien comience a escribir en su blog algo como "es curioso cómo funciona el imaginario de la inseguridad..."

Las cosas siempre pueden empeorar.

jueves, 20 de octubre de 2011

Más abajo de la piel.

La segunda opción de título para esta entrada era: "Del médico-escritor que también fue presidente (y antes había salido en la tele)".

Abel Pacheco es de esos personajes que no pasan desapercibidos. Pacheco, como médico psiquiatra, levantó (por decirlo de alguna manera) las condiciones de atención de los pacientes del Hospital Nacional Psiquiátrico de Costa Rica. Podría presumirse que los médicos recurren a la escritura pues sus profesiones les impiden decir lo que realmente sienten... aunque la mayoría de los médicos no sean anuentes a escribir... A escribir nada, como lo demuestran las mundialmente famosas caligrafías de las recetas.

Como presidente del país, bueno, algunos dicen que hubo mejores si se quiere ver de ese modo. Sus errores políticos serán tristemente célebres, aunque podría igualmente partirse del supuesto de que es difícil gobernar un país cuando tus ministros te renuncian cada tres meses (y en alguna ocasión todos en bloque). Con todo, abelito, como cariñosamente le llaman los costarricenses (su personalidad bonachona de abuelito paternal caló a través de sus programas de televisión), tiene cualidades humanas bastante extrañas de encontrar en la vida política. Pero es menester dejar este tema, ocupémonos de lo que importa, su libro.

La infancia de Pacheco fue determinante para el resultado de su narrativa. Él creció en la provincia caribeña de Limón. Limón viene a ser el epicentro de la cultura afrodescendiente del país. La historia de Limón es particular, precisa e imprecisa, es la historia de la diáspora africana en el mundo. Como se ha podido suponer, Limón ha sido la provincia más marginada del país, incluso desde antes de su creación oficial.

Pero además, Limón llora en la historia del tercer mundo ser la protagonista de la génesis de las Banana Republic. Fue allí, en ese pedacito de Centroamérica, que nació la United Fruit Company.

Con Más abajo de la piel, la literatura de Pacheco se muestra atractiva y sintética (pero no superficial), cargada de referencias a la negritud; más bien, es una voz que denuncia la diferencia racial evocando la humanidad que llevamos, precisamente, más abajo de la piel. Todo ello sin ser necesariamente panfletaria.


En el libro encontramos imágenes hermosas como "Limón es cascada verde. Sonata grito en negro mayor", "Los tambores se mueren de la risa y contagian con la ilusión de que se fue amo-chilillo, de que murió dólar-garrote" y "Los dioses de los mares piden sangre morena para que siempre puedan tener ritmo las olas". Particularmente hermosa la última, ¿cierto?.

El libro, compuesto por relatos cortos (unos mejores que otros como es natural) es un buen acompañante. Es un retrato a la vez temporal y atemporal de una dinámica social que, tal vez, subyace en la cotidianeidad. Porque al fin y al cabo, la historia la seguimos arrastrando, aunque la mayoría no se de cuenta de ello.

De todas las facetas de Pacheco, la que se respeta sin excepción es la del escritor.

Y bien, acá una muestra más exacta de lo que hablamos. Provecho.

"El visitante.
A Ignacio Ríos
.


El pueblo se aferra a la línea y respira por los rieles.
El único hecho importante es la llegada del tren.
Desde las cinco de la tarde, todos los rostros miran línea abajo esperándolo.
Cuando llega hay expectación que nadie sabe explicar bien a bien. Es como si todos esperaran que de los carros se va a bajar alguien o algo, que va a resolverlo todo.
No hay desilusión cuando parte sin dejar más que un paquete de periódicos y algún agente viajero.
Es igual que jugar lotería, todos dicen "tal vez la próxima" y no hay problema.
Un día, del tren se bajó el diablo. Nadie supo si aplaudir o rechiflar.
Hubo junta de notables y Satanás se sentó con ellos a conversar y tomar tragos.
Había curiosidad y corría el rumor de que venía por el alma de cuatro prestamistas que lo saludaron muy cariñosamente, muy en confianza.
Unos decían que venía a montar una cantina.
Otros que a hacer política.
Los de más allá, que a funda otra Compañía Bananera.
Los más, que a sacar madera de los bosques, pero no, porque ya solo iban quedando guarumos, que no sirven.
El pueblo se asombró cuando el Alcalde comunicó la noticia:
-Señores: al Diablo lo sacaron del infierno y lo mandaron aquí tres meses..... por castigo."

Editorial Costa Rica
Costa Rica, 1980

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Enfoque.

Un vistazo por la urbe. La gran urbe, la triste, la indispensable, la aborrecida, la irrepetible, la...

Un lente, un cuerpo, y el dedo listo y, sobre todo, los ojos dispuesto a ver algo más que lo habitual.



Fotografías bajo licencia Creative Commons:

lunes, 5 de septiembre de 2011

Café para tres.

Ella, en realidad, no estaba esperándolo. Al menos esa fue la impresión que me causó. Pero él llegó.

Ella... Se volteó y los ojos parecieron brillarle. Se levantó y lo abrazó, su frente a la altura de su nariz. Se quedaron en un abrazo infinito. Los brazos de ella se apoyaron en los hombros de él, subían, apretaban el cuello; una mano sentía su hombro, la otra se zambullía en su cabello: tensa, esa tensión que producen los momentos felices.

Él... Jorobado para sentirla, para olerla... La barbilla reposando en su hombro, los brazos cruzados por sus costados, una mano donde termina la espalda, la otra más arriba. Tensión... Y su mano derecha, subiendo y bajando, despacio, por la curva de su espalda, como acariciando todo lo que se puede acariciar en el mundo, como acariciando lo que importa acariciar en el mundo.

Los ojos de ambos cerrados.

Él presionando su mejilla en la oreja de ella, al tiempo que ella escondía su boca, dando un beso sin mover sus labios en su cuello; de esos que se dan sin darlo, sin necesidad de hacerlo obvio, pero que se sienten y son largos.

Ella escondiendo sus ojos en su cuello, viéndolo por dentro, sintiéndolo todo él, sintiéndose toda ella.

Leve separación momentánea. Es necesario verse...

Ella con la cabeza inclinada hacia arriba, sus manos recostadas en su pecho. Sus ojos en movimiento continuo mirándolo todo él: sus ojos, su nariz, su boca, su nariz, sus ojos, su boca, su boca, su boca.

Él, acariciando su mejilla sin soltarle la espalda; su mirada bamboleante sobre sus ojos: derecha, izquierda, derecha, izquierda.

Ambos perfectos. Ambos hermosos. Ambos sonríen, pero como el beso, sin sonreír... no hay necesidad. Cerca... cerca... unir los labios. Sus lenguas rozándose suavemente, como el mar besa la arena, como la arena fricciona el mar. Y como la ola, atrás, es necesario mirarse de nuevo.

---o---

Y yo allí. Mirándolos mirarse, descaradamente. Sintiendo que los amaba en su amor. Porque en ese momento, yo me infiltré por accidente en su espacio tiempo, porque ellos, desconocidos para mí, como dos amantes, se olvidaron de todo y de todos y el tiempo se les detuvo, y yo, sin pretenderlo, quedé atrapado con ellos en su dimensión de amor sólido y puro. Cómo salí de esa dimensión no lo sé, tal vez salí con ellos, tal vez antes. Yo sé lo que es estar allí... como ellos... Lo cierto es que cuando me fuí del café, caí en cuenta. Bonita forma de celebrar un aniversario de ausencia, pensé.

jueves, 28 de julio de 2011

Un pedazo de papel, un pedazo de historia.

Las hojas son también pedazos de papel, partes cortadas de una hoja más grande, de una hoja infinita de la que nacen todas la hojas de papel del mundo, es decir, todos los pedazos de papel.

Escribimos nuestras historias en estos pedazos, historias tan infinitas como las hojas, que no consiguen llenar nunca a la hoja mayor. Estas historias se ponen en los pedazos, con lo que, muchas veces, cada pedazo de papel conserva un pedazo de historia.

Y todas las historias se completan en una sola, como los pedazos a las hojas.

El crucigrama se cierra en sí mismo en el punto en que descubrimos que la clave está en la ficción.

martes, 19 de julio de 2011

The black cloud.

Una única circunstancia es lo suficientemente poderosa para provocar que me detenga y me desvíe de mi camino: libros en baratillo.

Yo padezco, lo que podría denominarse, ansiedad literaria una zozobra cuasi incontrolable cuando hay libros en rebaja, esos que suelen ponerse en cajas de cartón en las afueras de la librería, como insinuando un ruego para que los transeúntes hagan el grandísimo favor de llevárselos muy lejos. Me es, pues, menester girarme y bucear en busca de objetos impresos que valgan la pena... y aquí es donde empiezan los problemas, porque para mí muchos libros tienen un valor en sí mismo.

Pero bueno, este no es el momento de debatir sobre la naturaleza de los libros; debo limitarme a relatar que cierto momento, hace pocos días, me encontré un libro que, con una certeza instantánea, supe que debía de tener. Resultó este libro llevar por título La Nube Negra, y su autor ser un tal Fred Hoyle, que, además de escritor, fue matemático y astrofísico.

¿Cómo, queridos y queridas cómplices, iba a dejar pasar la adquisición de este ejemplar? Hubiera sido imperdonable, sin duda. Ya algo similar me había ocurrido, hace varios años, cuando me topé un libro homónimo a un disco de Sabina, El hombre del traje gris de Sloam Wilson.


Pues bien, cómo se habrá podido deducir, se trata de un libro de ciencia ficción. Según la presentación, Hoyle es uno de los autores más sobresalientes de la ciencia ficción tipo hard en Europa. (Uno no deja de preguntarse si será invento de la editorial para asombrar al comprador o por el contrario se trata de una perogrullada, que deriva en sorpresa para nosotros tan alejados de las realidades de occidente, a pesar de que muchos pretenden ser parte de).

Yo, primerizo en la lectura del género, debo decir que quedé bastante satisfecho con el resultado. A pesar de un lenguaje moderadamente machista (cómo es de esperar de un libro de 1957) y de una inclinación cientifico-céntrica (cómo es de esperar de un científico de cualquier época), la historia resulta cautivadora, atrapa inmediatamente. Y es que el hecho de que un libro te atrape, te obligue a seguir leyendo hasta el final, siempre se agradece.

La historia invita a abrir la cabeza, a repensar no sólo la vida humana, sino el concepto de vida en general en un contexto literalmente universal que escapa a nuestra primitiva comprensión humana. El papel de la política, su oposición al pensamiento racional, la naturaleza de la vida en sociedad, las jerarquías sociales, son algunos de los temas que interesan al autor.

La cuestión central, la reflexión a la que nos invita el autor, es clarísima y explícita al final de la historia. Contarla acá sería tanto como contar el final. Pero para no dejar con la duda completa, y deseando que también se encuentren este libro en algún baratillo escondido y no lo piensen dos veces para obtenerlo, les dejo un pequeño extracto del inicio del capítulo nueve. Salud.

"Es curioso en qué gran medida el progreso humano depende del individuo. Los seres humanos, que alcanzan a miles de millones, parecen estar organizados en una sociedad similar a la de las hormigas. No obstante, esto no es así. Las ideas nuevas, el ímpetu de todo desarrollo, nace de persones individuales, no de corporaciones o estados. Las ideas nuevas, frágiles como flores de primavera, fácilmente quebradas por la amenaza de la multitud, pueden, sin embargo, ser protegidas por el caminante solitario."

Ediciones B
España, 1988
Traducción Gemma Carvajal

jueves, 30 de junio de 2011

El rayo.

Sucede que las nubes negras, como es natural, también pueden traer consigo rayos y truenos. Y sucede que en una de tantas un rayo se abalanza sobre el tendido eléctrico y te deja sin computadora por un mes.

(No se me mal interprete.
Disfruto profundamente mirar los rayos
cruzar el horizonte,
dejarse caer arrebatados
trazando formas tan imprevistas
como perfectas.)

Pero a veces toca, supongo. Y mientras se inicia el proceso en la compañía eléctrica para que paguen la reparación (porque a alguien hay que echarle la culpa, ¿no)?, y mientras buscás dinero de donde no tenés para arreglar tu aparato, y mientras cuando lo arreglan descubrís que también ha dañado el módem, y mientras la compañía de internet te lo cambia, y mientras eso te sirve para descubrir que también se te dañó la tarjeta de red, y mientras volvés a conseguir dinero para una nueva reparación, hasta que por fin, al fin, tenés de nuevo acceso a horas de esclavitud digital, te ves en la situación de estar desconectado de la virtual realidad, o de la realidad virtual, o como carajos se diga.

(Porque cuán hermosa esa sensación
al ver una corriente de energía pura;
los rayos me gustan por eso,
entre otras cosas,
porque me recuerdan lo insignificante de la vida humana.)

Y así, por un mes, ocurre que dejás de leer diarios, de revisar el correo, de actualizar tu estado en esa red social que no quiero mencionar acá, de escribir en tu nube (la negra, no la informática digo), etcétera...

(Si. Algo misántropo. )

Ocurre, pues, que no necesariamente te hace falta. Y te enterás de cosas que ocurren a la vuelta de la esquina, casi literalmente, cinco o diez días después, al tiempo que te lo cuenta alguien que te pone cara de extrañeza (porque no lo sabías, claro está) y te mira con una mirada que mezcla compasión con algo más que no se sabe bien qué es.

(Qué se le hace...)

Y sucede, finalmente, que al término de la historia, cuando tu cotidianidad se ve reestablecida, te alegrás, al menos, de saber que no has caído en la trampa. Que lo de afuera sigue siendo más importante, más real; y que tu espacio virtual te sirve para trasladar esa realidad más allá de lo que la realidad misma lo permitiría; o sea, no es tu sustituto.

lunes, 6 de junio de 2011

Mi habitación.

Una habitación que cualquiera podría juzgar como un auténtico caos es, no obstante para mí, el lugar más placentero de todos mis lugares. Cada objeto preserva un aroma, una intención; algunos un escape. Cada uno está en su sitio no por casualidad (o tal vez sí, es lo de menos). Un observador ajeno miraría en una tira de papel seda, colorida y sucia, colgando del espejo, un amplio signo de descuido por parte del morador. Pero ese retazo de papel rojo revive un viaje, un hermoso recorrido en tren. Alguna vez agité, alegre, ese papel por la ventana del vagón, al ritmo de mi canto y de mi voz. Y así podría seguir enumerando memorias de cada objeto. Y a pesar de ello, cada vez que un visitante hace un desplante por la disposición de mis objetos, no evito pensar en preguntarle si su alma está tan limpia y segmentada como su habitación.

viernes, 6 de mayo de 2011

El primero de los primeros.

Con el primero, en cualquier circunstancia, nunca uno se queda satisfecho. Se aspira a aprender mucho, a mejorar, a corregir los errores, a no cometer las mismas torpezas; se promete que la próxima vez se habrá de reventarse el culo, el alma y los pulmones para lograr lo que se quiere realmente.

Pero también, el primero, será siempre el primero. Y te acompañará como una sombra o como una puerta, todo depende de tu capacidad para despreciarse, o bien para sentirse satisfecho con haber hecho lo que se sentía lo correcto.

Por lo demás, una de las cosas más importantes, es haberse rodeado de buena gente que te apoyó, de gente que tiene una buena estrella.


Yo también from Rafa Ávalos on Vimeo.

jueves, 21 de abril de 2011

Se fue con adela.

-Soluciones. Busco a Soluciones.

Problemas tenía la tendencia a molestarse más de la cuenta. Su única forma de estar tranquilo era tener a su lado a Soluciones; aún cuando fuera a lo lejos, el tenerla a la vista era suficiente.

-Se ha dio de vacaciones –dijo Sarcasmo. ¡Se ha ido de vacaciones!

Problemas no dudó un instante y llamó a su amigo Preocupaciones.

-¡Oh!, pensaba en vos.

-Amigo, malas noticias –replicó seriamente Problemas. Soluciones se ha ido de vacaciones. La muy ingrata.

-¡Oh no!... –gimió entre sollozos Preocupaciones.

Preocupaciones también era candidato a ser golpeado. Haciendo honor a su nombre, Soluciones encontró que para quitárselo de encima vendría bien un golpe directo en la nariz. Y así fue. Preocupaciones solo atinó a preguntarse ¿Me iré a morir?

Pero eso fue algo efímero, a los tres días siguió merodeando la casa de Soluciones, esta vez con un pastor alemán que adquirió el día anterior en la tienda de doña Facilidad.

-Se ha ido. ¡La muy puta se ha ido! –gritó Problemas. Seguro que fue el maldito de Confianza el que le metió ideas. (Al otro lado se escuchaba el llanto desconsolado de Preocupaciones) Pero no te asustes amigo íntimo. Iremos con doña Soledad, seguro que tendrá tiempo para nosotros.

Esa tarde, entre un mar de dudas, tomaron café en Placer`s, esquina diagonal a la casa de Pecados. Esperaron a que cayera la noche y se marcharon a donde doña Soledad.

Soluciones, por Nostalgia, volvía dos semanas después y se enteró de que Problemas y Preocupaciones hacía tiempo que buscaban a doña Soledad.

lunes, 11 de abril de 2011

Las raíces ignotas.

Me encaminé hacia ese pueblo natal; natal no porque naciera allí pues de hecho la única vez que fui fue cuando murió mi abuelo, sino porque mis raíces familiares se han añejado en esas tierras por mucho tiempo.

Iba, junto a mi padre, a conocer a la familia veinticinco años después. Supongo que nacer en estos tiempos tiene sus consecuencias... supongo que nacer días antes de Chernóbil tiene su simbolismo.

Y estar con el sentido alerta, percibiendo sonidos, olores, visiones. Y conocer a la prima paterna que te ofrece chicharrón, o salchichón, o lo que querás. Y sobretodo, percibir a tu padre internamente emocionado; sentirlo, sencillamente, diferente.
Porque mi padre nunca fue de hablar mucho del pasado.

Pero entonces algo cambia con esa visita y ese primer encuentro. Y te enterás de cosas que han marcado la vida de esa figura que apreciás tanto, de ese hombre al que los años le han empezado a apaciguar el semblante, a suavizar la frente. Y verlo con la garganta pronunciando entrecortadamente palabras antiguas y escondidas, ocultas por mucho tiempo.

Nunca conocí a mi abuela paterna, murió cuando mi padre era un niño. Pero ese día, su presencia se me acercó en cada nuevo familiar, en cada portal al que fui invitado.

Y la sensación que te domina es la de alegría, la descubrirte en otras historias y en otras gentes, porque al final con todos y todas ellas compartís una historia común. Siempre me fue extraño el tema de la familia y el linaje, pero en esta ocasión algo comienza a resignificarse...

Pero más tarde, cuando estás en la sétima casa disfrutando de una viejita hermosa que es tu tía bisabuela y afuera, por la ventana, el día se empieza a fugar; te das cuenta que sólo ha sido un descubrimiento que se perderá con el anochecer pues en última instancia los lazos que te unen con todos ellos no tienen cabida en una realidad que todos hemos forjado por separado.

Y recae, hondamente, la certeza de saber que no los volverás a ver y que las vidas seguirán por separado, como ya estaba escrito, y que el encuentro sólo ha sido una pequeña jugarreta al estado de las cosas.

Y al final, en la oscuridad que cubre el camino de regreso, se presenta el último y más potente sentimiento. Saber que, quizá, te tocó ser Aureliano Babilonia y es en vos que finaliza la estirpe.

jueves, 10 de marzo de 2011

Buscar el papel y el sitio.

La premura de hacerse de una hoja en donde escribir, porque hemos olvidado la libreta en casa, puede y debe desencadenar una serie de acontecimientos dignos de ser escritos.

Todo comienza por una idea que nace de una imagen, un grito o el llanto de una niña: supóngase que se está en media calle, un día cualquiera que se ha salido a respirar el aire viciado de afuera para variar la costumbre del aire viciado de adentro, y entonces ocurre que se ve una mujer, guapa, abofeteando a un tipo que pone cara de imbécil. Su novio, se deduce, por el inconfundible gesto de animal arrepentido que se le dibuja en la cara.

Y es así como se presenta la ocasión perfecta para escribir sobre el amor, o sobre las relaciones de pareja, o sobre los celos y su dinámica con la infidelidad, o sobre las parejas en las relaciones de amor, o sencillamente sobre el talante imbécil de un novio infiel.

Ante esto se ha de apresurar en la búsqueda inmediata y precisa de una cafetería (o restaurante) que cumpla con el requisito de tener área de fumado. Se ha de repasar y elegir entre la lista mental de opciones, o en última instancia, redoblar el paso y entrar en el primer lugar disponible antes de que nuestras ideas se dispersen.

Una vez en el sitio, pídase torpemente una taza de café, negro sobra decir, enciéndase un cigarrillo arrugando levemente el ceño y, al fin, hágase de una servilleta.

Si se presenta la inquietante circunstancia de no tener a mano una servilleta, rebusque en los bolsillos facturas. En cualquier caso, siempre es mejor la factura, el volante inútil que le dio un púber muchacho minutos atrás, que la delicada servilleta.

Ahora si, se dará rienda suelta a la creatividad literaria pudiendo usar figuras como bofetada precisa, gesto retórico o la premura de hacerse de una hoja.

martes, 1 de marzo de 2011

Instantes felices.

Leo un libro, esperando mi turno de ser el hábil técnico que quiero ser. A lo largo de la obra hay dos largos momentos en que mi ingenio visual no tiene que intervenir en la historia. Por eso leo. Porque la obra ya me la sé.

Y entonces algo como un soplo, como un pequeño roce sobre los bellos de mi nuca, me hace detenerme y ver a mi alrededor. Volteo mi cabeza a mi izquierda y observo a Ramiro seguir el texto con la mano atenta en el reproductor de audio. Miro a la derecha, lentamente, y Fran descansa apoyado en el respaldar del asiento; su rostro lo baña la luz azul de una lamparita, y esa luz baña también la consola de luces.

Sólo se escucha el ronroneo que escupe el ventilador del proyector de video delante de mi y la tensión vibrante de la corriente eléctrica que se desprende de los tachos y que sólo obedece a los movimientos de Fran. Alzo más la vista, y sólo se escucha el peculiar silencio de un teatro en el transcurso de una función: un asiento rechinar, un estornudo apagado, los actores... Abajo, sobre el escenario, los actores juegan a ser quienes no son, como es natural.

Y yo ahí, joven y vivo, desde la cabina suspendida sobre las cabezas del público, me doy cuenta que estar ahí me hace feliz.

La felicidad es cosa ambigua. Pero hay pequeños momentos de lucidez, más bien como ráfagas de energía, que te hacen recordar que la felicidad es algo que puede existir, a pesar de ser una señora que pasa a saludar muy de vez en cuando.

viernes, 18 de febrero de 2011

Masturbación literaria.

"La escritura, que en cierto modo es como la masturbación: una actividad placentera, solitaria y económica", -me ha dicho un amigo muy querido, y tristemente distante, en un correo.

Y tiene razón. Como siempre. Tiene todísima la razón. Escribir es como pegarse una buena paja... quién quita y mejor aún.

Y así es como -pensé- si escribir es como pegarse una paja, leer viene a ser algo así como dejar que te hagan una paja. Y tal cual como ocurre en estas situaciones:
no siempre te saben hacer llegar al orgasmo.

sábado, 5 de febrero de 2011

La soledad y el universo.

El universo, ese todo incomprensible para nosotros seres de carne y hueso y, en última instancia, alguna materia igualmente incomprensible y desconocida, tiene sus leyes que de a poco, en pequeños espasmos de lucidez, empezamos a comprender.

Esta era en las que nos tocó crecer nos inunda, en cada momento que puede, con ideas que se fundamentan en el desarrollo individual. "Estás solo -te dicen- tenés que quererte a vos mismo antes que a nadie más". También te afirman cosas como "la felicidad está en vos mismo, tenés que descubrirla". (Y todo ello dejando de lado el fundamentalismo consumista y voraz que también tiene su simiente en el ser como unidad independiente.)

El amor, resumen, se basa en el amor individual.

Pero aquellos que afirman tales cosas, algunos sicarios de la felicidad que se disfrazan a través de escuelas de yoga o cosas así, obvian que nada puede existir si no es con referencia a alguien o algo más. Estos y otros seres nos afirman ser muy felices en su interior, han encontrado la luz en su interior. Un interior, al menos para mí, confuso, a veces inexistente, a veces, como el universo, incomprensible.

No sé si éstos y éstas han logrado, en efecto, una introspección substancial negada a la mayoría de mortales. Cómo saberlo...

Lo qué sí sé, es que una tarde comprendí un principio universal: nada puede existir sin algo que le de sentido, que le de referencia. Un cuerpo en mitad del espacio, inmenso y oscuro, no tiene dirección, no tiene arriba ni abajo, no es posible ubicarlo. Sólo es posible darle sentido a este cuerpo con respecto a otro, sea en miles de kilómetros, años luz, órbitas grandes y chicas... La Tierra está en ésta galaxia sólo porque hay más cuerpos que la conforman... el planeta, solo, es un cuerpo flotante.

Y la vida humana es así... Una tarde comprendí que somos así. Un ser solo no puede dar demasiado sentido a la vida... a su vida.

Quizá, pensé, por eso la extraño tanto. Quizá esto explique porqué, desde que no estamos juntos, me volví un cuerpo flotante en medio de la oscuridad.

sábado, 22 de enero de 2011

De los libros y las emociones.

Libros digitales. He acá una falacia colosal. El principio del libro digital, por muy ecológico que sea, atenta contra la cultura misma de la lectura, atenta contra los más sagrados principios del lector y la literatura.

¡Ah, extremismo literario! -dirán algunos-, ¡puro idealismo sin fundamento!. Y escupirán al piso, golpearán con el puño la mesa y aullarán maldiciones.

Un servidor es, sin duda, romántico en el asunto. Pero qué se le hace... Leer un libro es un acto casi espiritual, trasciende lo racional... Una historia literaria, bien contada, pone en funcionamiento un elemento fundamental del ser humano: la imaginación.

Pasar cada página, de las múltiples formas posibles para ello (mojarse el dedo con la lengua, soplar levemente entre páginas juntas, doblar levemente la esquinita con el índice) implica un acto inseparable de la lectura. En cada página se va dejando un poco de uno mismo: el instante de tu ser que fuiste en ese momento, las sensaciones que te provocó la historia... todo esto va quedando en cada página, como si al leer fuéramos nosotros mismos agregando una historia nueva que, quizás, dentro de mucho tiempo, cuando tomemos de nuevo ese libro y pasemos sus páginas, leeremos junto a la historia original.

Cada hoja se impregna de un momento específico de nuestro ser; y con cada hoja nuestro interior se llena de algo que antes no tenía.

Portar el libro, andar junto a él, fiel compañía en momentos de múltiples significados. Entrar a un café, rrecostarse a un árbol, leer frente al mar. Una pantalla no iguala ese fenómeno cuasiespiritual. Porque los libros son, en cierta medida, los únicos que nos insinúan que el ser humano puede ser algo más que carne y odio.

Los libros, el olor a tinta, a hojas nuevas o añejas, las portadas, sus pastas o cartones; su elaboración, aún por mecánica que sea, pasó por las manos de otro ser humano.

Atesorar el libro, poseerlo...

¿O es que acaso en el 2476 (si es que hay ser humano o planeta para entonces) podrá conservarse con tanto simbolismo y emoción la edición electrónica de algún bestseller del 2023, como las primeras ediciones de El Quijote o la edición conmemorativa de 100 años de soledad se conservan hoy y siempre?

jueves, 13 de enero de 2011

Memorias chicas.

En 1965 se fundó la Escuela Nacional de Policía en Costa Rica, sobre lo que fue la Escuela Cívico Militar, instaurada en 1949 tras la abolición del Ejército. Se creó en la administración del entonces presidente, y ahora difunto, Francisco Orlich (p. 1962-1966).

Cinco años más tarde, en 1970, su nombre fue modificado vía decreto ejecutivo y pasó a denominarse Escuela Nacional de Policía Francisco J. Orlich B., en honor al presidente de turno que había creado la institución... (supongo).

Pocas cosas asustan o sorprenden por estos lados del mundo que disfruto llamando Macondo.

Así pues, no hace fruncir el entrecejo percatarse que fue justamente en el gobierno de Orlich cuando se llevó a cabo una de las represiones más sangrientas de la historia del país.

Son las siete de la noche del viernes 23 de noviembre de 1962 en la ciudad de Cartago. Cerca de cinco mil personas se instalan en la esquina del Salón París, en el contexto de una lucha que condujo a una huelga de pagos del servicio eléctrico como protesta por el exorbitante incremento en las tarifas que pretendía el gobierno.

Cuando, horas más tarde, la manifestación estaba por terminar aparecieron cuatro camiones de policías traídos de San José para la ocasión. Los disparos y gases lacrimógenos de los refuerzos derivaron en un inevitable enfrentamiento con los ciudadanos.

El saldo: tres muertos, 19 guardias y 20 civiles heridos. Sin contar los arrestos, y las agresiones que sufrieron los apresados, en los días posteriores.

En palabras de la historiadora Patricia Alvarenga
"las innumerables voces de protesta que se alzaron contra los acontecimientos del 23, reconstruían el discurso oficial de paz y la democracia costarricense, para acusar al gobierno de transgredir tradiciones consideradas ya consagradas en el país, pese a que habían transcurrido escasos 14 años desde la Guerra Civil". (Libro completo acá)
Aunque Orlich dijera al día siguiente estar "con el corazón destrozado por el dolor", lo cierto es que exoneró de toda culpa a la policía. Su justificación política, históricamente torpe, fue la amenaza comunista que incitaba a la violencia, amenaza a todas luces inexistente en una ciudad históricamente católica y conservadora.

Acaso el contexto internacional le jugara una mala pasada al expresidente, cuyo nombre está asociado a unos de los hechos de represión más claros de la historia costarricense; cuyo nombre irónicamente forma parte de la Escuela Nacional de Policía, pero que ya nadie recuerda.

martes, 11 de enero de 2011

Fumar el recuerdo.

Una amiga, a quien llamaré San, escribió cierto día estas palabras:

"Escribo tu nombre en mi cigarro, y poquito a poquito, te fumo.
Entra en mis pulmones tu palabra y besa mis labios el humo de tu recuerdo:
lejano en la distancia, pero cercano a mi pecho
."

Gracias San; tengo que decir que sigue siendo muy oportuno.

martes, 4 de enero de 2011

Explicaciones sencillas

De vuelta a casa me encuentro con esta escena: un tipo que conduce una motocicleta, con un acompañante, levanta su casco para fumar un cigarrillo durante el viaje.

De haber sufrido el tipo un accidente (estamparse contra una fachada, decorar el parabrisas de un autobús o cosas así) no hubiera faltado quién se autocomplaciera con la explicación "fumar mata".