lunes, 31 de octubre de 2011

Eclipse...

- "Adiós... Amor lejano. Amor frustrado. Amor dolido. Adiós". Eso fue lo último...

Silencio.

- Es curioso, ¿sabés?, nunca escribió nada tan maravilloso como la carta en la que se despedía de mí. Nunca nada tan preciso, tan certero, tan poético y tan hondo... profundamente... monumentalmente contundente. Hasta te parafraseó hombre, con una maestría, con una finura que no puedo describirte. Cada palabra en su lugar, cada coma, cada idea, cada imagen. ¿Que qué hice con la carta?. Pues hombre, qué iba a hacer... Hasta la había guardado, no sé ni para qué... La reencontré una mañana de éstas... ya ni me acordaba. ¿Cómo duelen los momentos que nunca te dejan de ser ajenos, verdad amigo?.

Silencio.

- Duelen... al final las hojas se las lleva el tiempo, ¿verdad?. Supongo que de verdad sus letras no tenían orgullo... Me hubiera gustado enseñarte la carta. Quien quita y hasta hubieras hecho algo con ella... Ja ja, mejor que no te la enseñé.

Silencio.

- Me decía que qué hacía con la enamorada de cinco años atrás que andaba perdida dentro de ella. Pucha... Qué pregunta. Si hubiera podido decirle... Y maldijo muchas cosas. Yo sé que lo hizo con rabia y con amor a la vez... Con resentimiento y desahogo... Hasta me la imagino. Y bueno, no creás, yo también he maldecido la razón y el corazón, pero hombre, sin eso ¿qué queda de la vida?, ¿qué nos queda a los mortales?.

Silencio. Joaquín escuchó a su amigo durante todo el rato. Lo miraba y lo comprendía. Se animó a hablar cuando entendió que los ojos del otro buscaban algo ausente en el mar.

- Pues no sé ni qué decirte hombre... Mirá cómo llueve. Es lindo, ¿siempre te gustó la lluvia verdad?

Silencio.

- Si... Las lluvias de abril son hermosas... Las de mayo tenían un encanto que nunca me gustó admitir... La verdad, hermano, es que ya no se si abril siga siendo el mes más hermoso del año.

Y debajo de la lluvia en una banca frente al mar, los amigos volvieron a guardar silencio.

viernes, 28 de octubre de 2011

Los ladrones entran por la puerta de atrás.

Es curioso cómo funciona el imaginario de la inseguridad. Todavía recuerdo escuchar, con oídos infantiles, la expresión "hay que cerrar bien la puerta del patio", o la clásica "esa puerta la botan de una patada". Recuerdo escuchar y sigo, esporádicamente, escuchando esas expresiones. Así que se convierte en una especie de estéreo del pasado al presente. Todo respondía a la idea concreta de que algún día un ladrón se iba a meter por la puerta del jardín.

Supongo que las primeras veces que los escuché, en mi infancia, tuvieron cierta repercusión. Pero los días y las noches pasaron y el intruso nunca se apareció con ningún gorro ni con ningún saco al hombro. Salvo aquella madrugada que sí se apareció uno, forzando la cerradura, pero eso fue por la puerta del frente así que no cuenta.

Ese breve tiempo de niñez en que la amenaza del merodeador calaba me remite a una noche en que estaba solo en casa y se oyeron fuertes movimientos en el techo. La referencia del ladrón que entra por atrás se vino de golpe. Mi corazón palpitaba mientras trataba de conservar el ritmo de la respiración. Pero no pasó nada más que el susto.

Luego el tiempo pasó y eso que llamamos madurez va matando la inocencia de a poco, hasta que un día el niño que fuimos está sepultado y no sabemos ni en donde.

Hace unos días se volvió a mencionar la expresión. Expresión que parte de supuestos muy interesantes: en primer lugar, el intruso siempre es hombre, nunca se trata de una intrusa; segundo, el ladrón ha de forzar la puerta del patio, no las ventanas, no el techo, no aprovechará tampoco los múltiples espacios abiertos del cieloraso, partiendo, además, del supuesto de que para llegar hasta la puerta brincará por los techos de todas las casas aledañas, cruzará otros patios, correrá el riesgo de perder el equilibrio, de desagarrarse una mano brincando cercas y alambres de navaja, eludirá feroces mandíbulas caninas, todo para cumplir con su sólida tarea de llegar hasta la puerta de nuestra casa. Eso sí, el objetivo de su visita es desconocido, pues podría venir por cualquier cosa. El tercer supuesto es que, en efecto, esto puede ocurrir en cualquier momento, llueve, truene, haga un espléndido sol o así por el estilo.

Pero el tiempo pasa. Y las ideas absurdas se ven con más claridad. En mi generación tenemos peores posibilidades de qué ocuparnos. Ahora que te pueden matar por un teléfono móvil marca patito, que podés quedar en fuego cruzado, que te pueden atropellar en cualquier esquina (aún sobre la acera), que te violan, que te roban dentro del bus, que el taxista te roba el diario del mes, etcétera...

El imaginario de la inseguridad de mi tiempo es otro, es diferente. De alguna manera, hasta romántica puede resultar la idea del ladrón que ingresa por atrás... Y quién sabe de dónde viene, quién sabe como esta noción de robo se instaló en el imaginario de estos lugares. ¿Habrá sido otra importación con sello de ese país del norte que no quiero mencionar acá?.

Y al final cómo saberlo. Tal vez dentro de unos cuantos años alguien comience a escribir en su blog algo como "es curioso cómo funciona el imaginario de la inseguridad..."

Las cosas siempre pueden empeorar.

jueves, 20 de octubre de 2011

Más abajo de la piel.

La segunda opción de título para esta entrada era: "Del médico-escritor que también fue presidente (y antes había salido en la tele)".

Abel Pacheco es de esos personajes que no pasan desapercibidos. Pacheco, como médico psiquiatra, levantó (por decirlo de alguna manera) las condiciones de atención de los pacientes del Hospital Nacional Psiquiátrico de Costa Rica. Podría presumirse que los médicos recurren a la escritura pues sus profesiones les impiden decir lo que realmente sienten... aunque la mayoría de los médicos no sean anuentes a escribir... A escribir nada, como lo demuestran las mundialmente famosas caligrafías de las recetas.

Como presidente del país, bueno, algunos dicen que hubo mejores si se quiere ver de ese modo. Sus errores políticos serán tristemente célebres, aunque podría igualmente partirse del supuesto de que es difícil gobernar un país cuando tus ministros te renuncian cada tres meses (y en alguna ocasión todos en bloque). Con todo, abelito, como cariñosamente le llaman los costarricenses (su personalidad bonachona de abuelito paternal caló a través de sus programas de televisión), tiene cualidades humanas bastante extrañas de encontrar en la vida política. Pero es menester dejar este tema, ocupémonos de lo que importa, su libro.

La infancia de Pacheco fue determinante para el resultado de su narrativa. Él creció en la provincia caribeña de Limón. Limón viene a ser el epicentro de la cultura afrodescendiente del país. La historia de Limón es particular, precisa e imprecisa, es la historia de la diáspora africana en el mundo. Como se ha podido suponer, Limón ha sido la provincia más marginada del país, incluso desde antes de su creación oficial.

Pero además, Limón llora en la historia del tercer mundo ser la protagonista de la génesis de las Banana Republic. Fue allí, en ese pedacito de Centroamérica, que nació la United Fruit Company.

Con Más abajo de la piel, la literatura de Pacheco se muestra atractiva y sintética (pero no superficial), cargada de referencias a la negritud; más bien, es una voz que denuncia la diferencia racial evocando la humanidad que llevamos, precisamente, más abajo de la piel. Todo ello sin ser necesariamente panfletaria.


En el libro encontramos imágenes hermosas como "Limón es cascada verde. Sonata grito en negro mayor", "Los tambores se mueren de la risa y contagian con la ilusión de que se fue amo-chilillo, de que murió dólar-garrote" y "Los dioses de los mares piden sangre morena para que siempre puedan tener ritmo las olas". Particularmente hermosa la última, ¿cierto?.

El libro, compuesto por relatos cortos (unos mejores que otros como es natural) es un buen acompañante. Es un retrato a la vez temporal y atemporal de una dinámica social que, tal vez, subyace en la cotidianeidad. Porque al fin y al cabo, la historia la seguimos arrastrando, aunque la mayoría no se de cuenta de ello.

De todas las facetas de Pacheco, la que se respeta sin excepción es la del escritor.

Y bien, acá una muestra más exacta de lo que hablamos. Provecho.

"El visitante.
A Ignacio Ríos
.


El pueblo se aferra a la línea y respira por los rieles.
El único hecho importante es la llegada del tren.
Desde las cinco de la tarde, todos los rostros miran línea abajo esperándolo.
Cuando llega hay expectación que nadie sabe explicar bien a bien. Es como si todos esperaran que de los carros se va a bajar alguien o algo, que va a resolverlo todo.
No hay desilusión cuando parte sin dejar más que un paquete de periódicos y algún agente viajero.
Es igual que jugar lotería, todos dicen "tal vez la próxima" y no hay problema.
Un día, del tren se bajó el diablo. Nadie supo si aplaudir o rechiflar.
Hubo junta de notables y Satanás se sentó con ellos a conversar y tomar tragos.
Había curiosidad y corría el rumor de que venía por el alma de cuatro prestamistas que lo saludaron muy cariñosamente, muy en confianza.
Unos decían que venía a montar una cantina.
Otros que a hacer política.
Los de más allá, que a funda otra Compañía Bananera.
Los más, que a sacar madera de los bosques, pero no, porque ya solo iban quedando guarumos, que no sirven.
El pueblo se asombró cuando el Alcalde comunicó la noticia:
-Señores: al Diablo lo sacaron del infierno y lo mandaron aquí tres meses..... por castigo."

Editorial Costa Rica
Costa Rica, 1980