domingo, 11 de octubre de 2015

Transcurso.

La verdad irremediable es que todavía me duele. Que es probable que me duela ahora más que hace unos meses. Que basta la imprevista aparición en el dial de una canción que alguna vez me compartiste por el chat, cuando aún todo era nuevo y emocionante, para que el pecho me arda en flamas adolescentes. Que la boca del estómago se me vacía de golpe y la humedad me lubrica la parte baja de los ojos.

Que la rabia de tus respuestas en forma de monosílabos se me pega en la garganta.

Pienso y no pienso. Siento, eso es lo que más hago, aunque no quiera. Que tengo momentos en que la coraza, esa que me quité cuando entré en tu portal, se me vuelve aire y la decepción se me instala en los huesos como el frío de los inviernos que me falta por vivir.

Que me gustaría gritarme las cosas que callaste y seguís sin decirme. Las mismas que sigo desconociendo, las que pudiste haber dicho en tiempo oportuno, pero que ahora no sirven de nada. Que me gustaría decirte cuánto lamento lo que considero una derrota cobarde de tu parte, una huida no asumida como tal.

Y con todo, te amo tanto que sos la única persona con la que me he ahorrado el orgullo. Me satisface imaginarte feliz. Me enorgullece que te colmés de los éxitos que anhelas.

Me gustaría creer que en unos días llegará esa mañana en la que me de cuenta que por fin me siento bien, pero me jode la certeza de saber que faltan varias lunas para que eso ocurra. Te extraño más que ayer y un poco menos que mañana.

Sigo en mi intento de ser la mejor persona que era cuando me recostaba en tu regazo. A veces los días son pálidos y extraños. Y aunque sé para dónde voy y lo que tengo que hacer, y camino con seguridad, siguen habiendo ratos en que me gustaría tanto tomarte de la mano y patear bobamente la basura del camino.

"Me arruinaste un poco". Sabés lo que quiero decir.