Y la humedad del mar se me abre como en una estampa postal nunca lograda, y en la puesta del sol los rayos que se despedazan sobre las aguas me salpican los ojos de un dorado doloroso que me hace recordar el olor de humedades pasadas, cálidamente perfectas y presuntamente muertas.
Pero al final resulta ser solamente una estampa que devuelvo al estante. Camino entonces feliz con la humedad de lluvia que me empapa cuando se le antoja.
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