Recuerdo haberles visto como dos simples viajeros, dos aves de paso que tenían un dominio fabuloso del escenario; supuse su presentación en otros lugares, y después que todo quedase en un bonito y divertido recuerdo. Por suerte me equivoqué: dos o tres años después ya habían hecho lo suficiente para dejar antes de su partida la semilla creciendo en, cuanto menos, los que iban a ser tres buenos amigos.
Impromptu es el resultado de ese proceso de crecimiento artístico. Hoy por hoy, sus integrantes Javier Monge, Rolando Salas y Andrey Ramírez han convertido al grupo en ser el que lleva la batuta en lo que respecta a improvisación teatral en Centroamérica: organiza eventos, encuentros internacionales, match de improvisación y desarrolla sus propios espectáculos. Entre éstos precisamente se cuenta Vidas, trabajo que se está por finalizar su segunda temporada en el Teatro Giratablas.
Bien, imagine esto: usted muere, anda deambulando entre tonadas inéditas por ese lugar extraño donde fue a parar (cielo, infierno, limbo, ¿cómo saberlo?), y algo sucede realmente agradable; le ocurre que encuentra a sus dos mejores amigos con los que podrá compartir sus historias de vida por toda la eternidad. Simpático, ¿verdad?. Pues así inicia el espectáculo Vidas, con la muerte, ya de entrada un lindo juego.
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Andrey Ramírez |
Una de la máxima de Impromptu (realmente lo deduzco) es la innovación, y en Vidas nos ofrecen formatos de impro nunca antes presentados en Costa Rica. Aquí podremos apreciar historias que utilizan recursos tanto de la comedia como el drama, el terror o el absurdo; historias de unos quince minutos de duración cada una, lo cual es mucho para el tipo de impro al que estábamos acostumbrados.
Los actores van construyendo las historias a partir de las ideas que el público les ha dado previamente, antes de iniciar la función, a través de múltiples papelitos que los actores tienen a mano. Con ideas como un lugar, un oficio o un pecado, las historias pueden llevarnos a sitios totalmente insospechados.
El trabajo de los actores en el escenario es agradable y entretenido, demuestran dominio sobre la técnica y deseos de llevar las historias al límite. Una virtud del espectáculo es la iluminación: son los mismos actores quienes controlan los cambios de luz.
Los actores van construyendo las historias a partir de las ideas que el público les ha dado previamente, antes de iniciar la función, a través de múltiples papelitos que los actores tienen a mano. Con ideas como un lugar, un oficio o un pecado, las historias pueden llevarnos a sitios totalmente insospechados.

Son bastantes las zonas de luz que se manejan, y ciertamente es imposible deducir si los cambios de zonas ocurren al azar o con alevosía, de lo único que estamos seguros es que los actores manipulan el ritmo de los cambios.
Este elemento levanta el ritmo general del espectáculo y estéticamente resulta sumamente atractivo. Funciona además como un "Plan B", pues si nos topásemos con que la historia no anda del todo bien la luz puede ser un recurso salvador.
Este elemento levanta el ritmo general del espectáculo y estéticamente resulta sumamente atractivo. Funciona además como un "Plan B", pues si nos topásemos con que la historia no anda del todo bien la luz puede ser un recurso salvador.