lunes, 11 de abril de 2011

Las raíces ignotas.

Me encaminé hacia ese pueblo natal; natal no porque naciera allí pues de hecho la única vez que fui fue cuando murió mi abuelo, sino porque mis raíces familiares se han añejado en esas tierras por mucho tiempo.

Iba, junto a mi padre, a conocer a la familia veinticinco años después. Supongo que nacer en estos tiempos tiene sus consecuencias... supongo que nacer días antes de Chernóbil tiene su simbolismo.

Y estar con el sentido alerta, percibiendo sonidos, olores, visiones. Y conocer a la prima paterna que te ofrece chicharrón, o salchichón, o lo que querás. Y sobretodo, percibir a tu padre internamente emocionado; sentirlo, sencillamente, diferente.
Porque mi padre nunca fue de hablar mucho del pasado.

Pero entonces algo cambia con esa visita y ese primer encuentro. Y te enterás de cosas que han marcado la vida de esa figura que apreciás tanto, de ese hombre al que los años le han empezado a apaciguar el semblante, a suavizar la frente. Y verlo con la garganta pronunciando entrecortadamente palabras antiguas y escondidas, ocultas por mucho tiempo.

Nunca conocí a mi abuela paterna, murió cuando mi padre era un niño. Pero ese día, su presencia se me acercó en cada nuevo familiar, en cada portal al que fui invitado.

Y la sensación que te domina es la de alegría, la descubrirte en otras historias y en otras gentes, porque al final con todos y todas ellas compartís una historia común. Siempre me fue extraño el tema de la familia y el linaje, pero en esta ocasión algo comienza a resignificarse...

Pero más tarde, cuando estás en la sétima casa disfrutando de una viejita hermosa que es tu tía bisabuela y afuera, por la ventana, el día se empieza a fugar; te das cuenta que sólo ha sido un descubrimiento que se perderá con el anochecer pues en última instancia los lazos que te unen con todos ellos no tienen cabida en una realidad que todos hemos forjado por separado.

Y recae, hondamente, la certeza de saber que no los volverás a ver y que las vidas seguirán por separado, como ya estaba escrito, y que el encuentro sólo ha sido una pequeña jugarreta al estado de las cosas.

Y al final, en la oscuridad que cubre el camino de regreso, se presenta el último y más potente sentimiento. Saber que, quizá, te tocó ser Aureliano Babilonia y es en vos que finaliza la estirpe.

2 comentarios: