martes, 23 de abril de 2013

De fotografías, retoques e insensibilidades.

En las primeras semanas del año World Press Photo, en su edición 56, reconoció las que considera las mejores fotografías de 2012. El premio a la mejor fotografía periodística fue para Paul Hansen por su imagen titulada "Funeral en Gaza", imagen que Hansen tomó durante los (siempre) recientes ataques del ejército de Israel en territorios de Palestina. En la fotografía se retrata el dolor y la ira que han generado la muerte de dos niños cuyos cuerpos son llevados hacia su funeral.

"Funeral en Gaza" (2012), Paul Hansen.
En días posteriores al anuncio se dio una polémica, especialmente en medios digitales, y respondía a un debate en dónde se criticaba el uso de retoques digitales por parte del fotógrafo valiéndose, probablemente, del siempre versátil y amistoso Photoshop (es ironía, no publicidad disfrazada). Leí un artículo de opinión en particular que me generó mucho interés, tanto por su fondo como por su título: "La post-producción del dolor", firmado por Ana Prieto.

Sirvan pues estas líneas para hacer respuesta del mencionado artículo y esbozar algunas inquietudes que me parecen pertinentes tratar.


Las críticas.

La autora del artículo cuestiona los retoques dados a la fotografía de Hansen afirmando que lo "lo cierto es que el conjunto pareciera tener la dirección de arte de una película de acción de Hollywood, y los hombres y los niños quedaron bajo una pátina digital que los equipara a inmaculados y estáticos muñecos de cera". Agrega que "Hansen consiguió que todo lo que debería ser insoportable –dos niños asesinados, una familia destrozada, un conflicto sin fin– se vuelva perfectamente tolerable".

Según Prieto, el poder de la fotografía está menguando a cada instante porque es "fácil de ver", cuando en realidad debería de ser insoportable mirarla. La idea general creo que se resume cuando enfatiza: "Funeral en Gaza no exige al espectador nada más que la ocasional frase indignada “¡qué barbaridad!”, antes de dar vuelta la página y olvidarla por completo".


Lo que cuenta Funeral en Gaza (lo que vemos y no vemos).

Dejemos en el aire un momento las críticas y centrémonos en el contenido de la fotografía, ese que subyace a los retoques o la técnica. ¿Qué muestra la fotografía? Muestra una escena cotidiana de oriente medio, de Palestina específicamente. Muestra rostros de dolor y, sobretodo, ira y rabia. Dos cuerpos pequeños con rostros amoratados y dolorosos absurdamente inertes en sábanas, dos vidas humanas aún en formación arrancadas salvajemente de este mundo por la no menos absurda cualidad humana de estropearse a sí misma. Dos víctimas completamente inocentes, porque si existen los inocentes son justamente los niños y niñas, de una política asesina irónica y grotescamente similar al peor holocausto del siglo XX, en el que también, no está demás decirlo, murieron seres inocentes.

Muestra manos en alto que apuntan al cielo, invocando quizá la gracia divina que les salve de esta terrenalidad inferna. Una ciudad en ruinas, una ciudad que no termina de hacerse nunca porque no la dejan, una ciudad a la que le cortan una y otra vez las raíces. La fila de hombres, y solamente hombres, se fuga en el horizonte, como en un camino que no sabemos ni cuándo ni cómo ni dónde va a terminar. Las mujeres, ausentes, probablemente están obligadas a sufrir su dolor de forma más "discreta".

La fotografía, pues, no deja de mostrar todo lo que Prieto define como "lo que debería ser insoportable".


Retoque, indiferencia e insensibilidad.
   
¿Es Funeral en Gaza realmente "tolerable"? ¿qué es lo que realmente hace "fácil de ver" la fotografía de Hansen? ¿Es el retoque digital una herramienta válida?

En 1936, cuando no existía ni por asomo el retoque digital, el ahora mítico fotógrafo Robert Capa, cofundador de la mítica sobre lo mítico Agencia Magnum, tomó una fotografía que quedaría en los anales de la historia de la fotografía y la política. En ella se muestra a un miliciano del bando republicano durante la Guerra Civil Española en el justo momento en que cae abatido por un disparo.


"Muerte de un miliciano" (1936), Robert Capa.
En un momento donde le retoque era poco frecuente la fotografía de Capa fue ampliamente discutida y refutada. Hasta tiempo muy reciente la fotografía seguía siendo centro de estudio sobre su veracidad, o al menos sobre la identidad del miliciano dando por sentado de que en efecto se trata del retrato de una muerte sin montaje de por medio.

Esta fotografía, que en esencia evoca las mismas emociones y sinsentidos que la de Hansen, y que podría ser más macabra por cuanto retrata el instante preciso de una muerte humana es hoy por hoy "fácil de ver". ¿Es impactante?, claro que lo es y probablemente generó muchas preguntas como las que Prieto señala al final de su artículo en los espectadores de la época. Pero lo cierto es que sin montaje alguno, sin "embellecimiento" de por medio, la fotografía es vista como cualquier otra.

Así las cosas, no creo que el retoque digital constituya ningún pecado siempre y cuando no atente contra el contenido o significado mismo de la imagen capturada. Funeral en Gaza, Muerte de un miliciano y muchas otras se convierten en fotografías "tolerables" no porque tengan una bella iluminación o una composición poética, se convierten tolerables porque la sociedad humana ha movido los parámetros de lo que es significativo y lo que no, y en ese proceso los medios de prensa (especialmente los sensacionalistas), las televisión (basura y tal vez la no basura) que lleva décadas exponiéndonos a violencia ficticia, la inmediatez de las comunicaciones que es proporcional con la velocidad con la que ahora olvidamos las cosas, el sistema de mercantilización de la información y el individualismo moderno que se basa en valores cuantificativos, han tenido un peso fundamental; y esto sólo por mencionar por encima los factores que han intervenido.

El verdadero problema, el verdadero reto que tenemos como sociedad humana, es de índole moral: luchar contra nuestra propia insensibilidad e indiferencia ante el dolor y los problemas de los demás, y ésto es muchísimo más complicado que el problema ético que supone el uso/abuso de los retoques digitales. No se trata de llorar amargamente ante cualquier imagen (porque sobraría quien recurriera a la estrategia de mejor no saber para no sentir) lo que constituye el extremo opuesto a mirar las noticias para alimentar el morbo. Se trata de, al menos, levantar la bandera de la dignidad contra cualquier injusticia en cualquier parte del mundo. Pero todo parece indicar que a eso, a la dignidad humana, también las empresas y los gobiernos le han puesto precio; y también pareciera que hay dignidades que valen más que otras dependiendo del lugar del mundo en el que te tocó nacer. Y esto último también remite a otro elemento más, lo que defino como el sufrimiento selectivo. ¿Cuántos habrán mirado con dolor profundo imágenes del reciente atentado en Boston pero "pasan la página" de Afganistán, Iraq, Palestina... ?

De este modo, considero que el problema no está en el "mejoramiento estético" de la fotografía de Hansen sino en la lectura individual que se le da. Cualquier persona que esté profundamente indignada, no digamos sólo con la agresión israelí al pueblo palestino, sino con la muerte injusta y brutal de cualquier persona en el mundo se conmoverá en su conciencia con la fotografía de Hansen o con cualquiera que retrate la crudeza y la maldad a la que también pueden llegar las personas.

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